Hay algo acerca de nombrar los deseos de mi alma que me hace sentir tremendamente vulnerable. Me siento cómoda con ellos en silencio, los observo en mi fuero interno, creo totalmente en ellos y sé que soy capaz de conseguirlos pero cuando se trata de nombrarlos (el primer paso en su materialización) se despierta todo aquello que me impide hacerlos realidad, los encuentro envueltos en inseguridades y en voces que intentan convencerme de que es una mala idea, pero la voz más fuerte es la que me hace sentir ingenua por desearlos, la que dice “como crees que tú podrías hacer eso, no seas ridícula” y es este miedo al ridículo el que más me congela. Me confronta mostrarme como una obra en construcción, sin tener muy claro hacia dónde voy a llegar, pero justamente compartir mis procesos ha traído mucha magia a mi vida así que aquí estoy de nuevo, dispuesta a vulnerarme, a compartir en donde estoy y hacia dónde quiero llegar para dejar un registro demi andar e, ingenuamente, tratar de inspirar a alguien en el camino.
Porque creo firmemente que los sueños son posibles, que si esas semillas existen en mi interior es porque tienen todo el potencial de germinar, sólo tengo que volverme la jardinera de mi propia vida y hacer los ajustes necesarios para crear el ambiente perfecto donde esas semillas puedan nacer. Puede ser confuso porque las semillas que nos fueron dadas pudiesen parecer poca cosa, nos intimidan o nos piden que hagamos cambios que amenazan con volvernos personas irreconocibles para nuestros yo del pasado y ese es también el primer gran regalo que nos dan. La vida es una danza entre la rendición y la voluntad, porque es posible también negar el llamado interno, rehusarme a crear un ambiente propicio para que florezca lo que yo soy y buscar convertirme en alguien más, puedo dejar mis semillas en un cajón y salir a comprar otras que ante mis miopes ojos humanos sean mejores que las que ya tengo en casa, pero déjame decirte algo, por mucho que ese nuevo jardín esté lleno de maravillas el alma no se siente en paz, podemos callar su voz con sustancias o comportamientos que hagan el suficiente ruido para que olvidemos que nos estamos traicionando, pero la satisfacción verdadera y profunda sólo llega a través de rendirnos ante lo que ya es, ante lo que ya somos.
En mi experiencia pocas cosas requieren tanta valentía como serle fiel a nuestro corazón, así que hoy me armo de valor para enunciar uno de sus más profundos deseos:
Quiero vivir de escribir.
Y documentar el proceso.