¿Quién soy?
Abrí un club de escritura y para el primer texto sugerí escribir una cuartilla respondiendo esta pregunta que pudiera parecer tan sencilla pero a la vez está llena de respuestas. Este es mi texto.
Ella es Fernanda. Pelirroja, alta para México donde nació, promedio para Ámsterdam, donde vive ahora, casi 30 años de edad, ojos verdes, piernas largas y un tatuaje adentro del labio. Al menos unas 17 veces al día oscila entre sentirse la mujer más maravillosa del universo a sentirse minúscula e insignificante. Unas veces se exige a un nivel de práctica que no tiene, como cuando quiso quitarse un agudo dolor con respiraciones y visualización sólo para recordar que no tenía una práctica meditativa tan fuerte y otras se permite cosas que definitivamente ya no están a su nivel, como comer galletas en lugar de calentarse una comida decente. De cualquier manera lleva años observándose detenidamente el ombligo y aunque a veces su mente le juegue trampas está bastante segura de saber, en esencia, quién es.
Podemos empezar diciendo que es una tramposa. Es lo suficientemente lista como para siempre salirse con la suya, como en sus primeros dos años de secundaria que pasó de panzazo, porque aunque no tomara notas y dejara los exámenes en blanco su mínimo esfuerzo era lo bastante bueno, hasta que dejó de serlo y se salió de la escuela a los 15 años para no volver. Ser lista ha demostrado, a lo largo de su vida, ser tanto una bendición como una maldición, porque en su capacidad de lograr siempre lo que quería desarrolló una aversión al esfuerzo; cada vez que una situación le exigió más, la abandonó, diciéndose a sí misma que su momento había terminado. Por otro lado confía en que cuando se ponga las pilas realmente, será imparable.
Si observamos su cotidiano podríamos deducir que es una mujer tranquila, le gusta leer, escribir, tejer, platicar y cocinar (aunque recientemente se cruzó con la realidad de que no sabe hacerlo tan bien como pensaba) Si tú le das un plato con palomitas, una cobija calientita y una película que la haga olvidar el mundo en el que vive, es feliz. Estos días es difícil tener dos horas libres porque tiene una bebé de 5 meses, pero el tiempo que no ve películas lo compensa leyendo con Lucía dormida en el pecho.
Siempre se ha considerado una mujer compleja, pero en sus años de leer tarot, cartas astrales y dar terapia ha aprendido que no hay persona simple, solamente personas asustadas de su inmensidad. Una de sus cosas favoritas en la vida es la complejidad que alberga la condición humana, le encanta observar las dualidades y contradicciones que habitan en los humanos y se ha dedicado a acompañar a otros en su camino para aceptarse con todo lo que son, ella sabe en carne propia el arduo trabajo que esto representa y sabe también los regalos enormes de hacerlo. Este es el único trabajo que nunca ha abandonado, sin importar la dificultad.
Algo que está aprendiendo a amar y reconocer son los límites, siempre se ha sentido infinita y se pelea rabiosamente con la idea de meterse en una caja, en cuatro paredes o en una cuartilla, así que mientras observa el final de la página acercarse se arrepiente de haber sido ella quien planteara el límite, pero al mismo tiempo se siente abrazada por el mismo, está contenta por lo que significa estar escribiendo este texto y sobre todo se agradece a sí misma nunca haber dejado de escribir.